sábado, 12 de octubre de 2013

Empatía

Ese hombre que llora
al lado de mi sombra
se parece a mí.

Pensé que estaba muerto
pero ahora que lo encuentro
lo debo sufrir.

lunes, 7 de octubre de 2013

El cuento de Isaac

Escribo una buena línea o me mato, pensó Isaac antes de dormir.

Llevaba meses sin escribir un cuento. Se había dejado crecer la barba y había empezado a usar lentes, pero no llegaba la inspiración. No sabía qué más hacer. La sola idea de no tener talento literario le provocaba una enorme tristeza.

Gracias a la fama que tenía de escribir, debido a su apariencia y desempleo, sus amigos le pedían que les mostrara alguno de sus relatos. Pero Isaac siempre evadía el compromiso.

Detrás de la máquina de escribir, que había comprado como otro recurso desesperado de convertirse en escritor, estaba la pistola. Detrás de la pistola, el reloj. Y el reloj anunciaba la hora del amanecer.

Resignado, con el arma dentro de la boca, a Isaac se le ocurrió una historia. Escribiría de alguien que, cansado de no poder escribir, se suicida. Matándose de mentiras salvaría su vida. Y para no preocupar a sus amigos cuando les leyera el texto, el personaje se llamaría Miguel.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Campeón

Mi padre no tiene muchos talentos.

Cuando jugaba conmigo a los soldaditos, tardaba horas armando los cuarteles y el plan de ataque, pero siempre perdía.

Cuando jugaba conmigo fútbol, se tropezaba a cada rato, metía autogoles y reconocía ante todo mi enorme destreza con el balón.

En cualquier juego era pésimo, pero era el más divertido. Sabía que tenía que perder para que yo sonriera, para que fuera feliz.

Así que desde niño me dice "campeón", y yo me lo creía. Creía que era capaz de hacerlo todo hasta que me enamoré de Elba, la niña de la escolta, y por primera vez en mi vida me sentí sin habilidades. Entonces le platiqué y escuchó con interés mi profundo amor por ella. Me dio los mejores consejos y estrategias para hablarle.

Mi padre no tiene muchos talentos, pero siempre me ha escuchado. Siempre. Mi infancia está llena de su presencia. Lo mejor que me ha dado es su tiempo. 

Gracias, papá. Me obligas a triunfar.

martes, 28 de mayo de 2013

Nueva fidelidad

"El problema del matrimonio es que se acaba
todas las noches después de hacer el amor,
y hay que volver a reconstruirlo
todas las mañanas antes del desayuno."
Gabriel García Márquez


El matrimonio me parece una cosa espantosa. Se puede definir como dos personas que se juntan para destruirse voluntariamente por la vía legal. Permanecen juntos y hasta aprenden a disfrutar su sufrimiento, unos acostumbrándose a la infelicidad y otros a la infidelidad. Y luego piensan en lo afortunados que son porque quién sabe cómo hubiera sido si el marido le pegara más fuerte, o si su mujer tuviera otro hombre.
Claro está que abundan los pretextos. Uno se aguanta por el bien de los hijos; por considerar el divorcio como un fracaso; o simplemente para no darle el gusto a nadie de opinar mal sobre lo que tanto esfuerzo y tiempo ha tomado aparentar: un matrimonio feliz.
Existe un miedo primitivo, oculto dentro de la ilimitada paciencia hacia el cónyuge: el miedo al abandono. Vaya uno a saber si piensan que panzones y calvos, viejas y arrugadas, ya nadie los va a querer. Me resulta terriblemente triste creer que la razón por la que no han decidido alejarse es por el temor de no encontrar lo que ni siquiera tienen en su propia casa. Y no hablo de afecto o comprensión, sino de mero sosiego.
Es conocida la frase que dicen las personas mayores, a manera de broma, al que anuncia que está próximo a casarse: ¿ya te cansaste de ser feliz? En ocasiones más que una broma es un análisis de su propia experiencia o, en el peor de los casos, una advertencia profética de su desgracia venidera; una desgracia a la que nadie es inmune.
Según cifras del INEGI, en 2011 se registraron 570 mil matrimonios y 91 mil divorcios en México, lo que quiere decir que hubo 16 divorcios por cada 100 matrimonios.
            Da lo mismo saber estos datos o ignorarlos, ya que cualquier persona puede equivocarse al elegir o al aceptar ser elegido. Un día llegan las decisiones divididas, los celos injustificados, los tiempos malos. El exceso de confianza es ahora falta de respeto. En lugar de quedarse a hacer el amor otra vez con su mujer, aunque llegue tarde al trabajo, pide horas extras para no llegar tan temprano a la casa, o cárcel, como le gusta bromear cuando se despide de sus risueñas compañeras de oficina.
Los que tienen mayor nivel de estudios se inclinan por postergar un poco más el matrimonio. Estas personas no siempre hacen una buena reflexión al respecto, sin embargo, su grado de percepción les permite adivinar que su margen de error será mínimo. Antes de que el padre los declare marido y mujer, y dé autorización de besar a la novia, tuvieron que haber hecho el amor a conciencia, evaluando si eso que se siente al acostarse va a ser más fuerte que los problemas económicos que tendrán. Y si creen que el matrimonio es cosa sencilla seguramente es porque no han visto a sus abuelos besarse sin dientes.
            Habría que hacer un análisis profundo sobre los motivos por los que la gente decide casarse; crear un concepto más acertado del matrimonio, porque, al final, están igual de equivocados los matrimonios que comparten su escepticismo a los todavía felices, así como los enamorados que imaginan la vida juntos con un optimismo desmedido.
Algunos siguen el ejemplo de sus padres, y deducen que casarse es tan natural como morirse. Otros lo hacen para no quedarse solteros, quizá porque se reconocen con una personalidad insoportable que consideran prudente compartir con alguien más.
Quien lo hace por tradición familiar o por miedo al celibato, no sólo carece de un espíritu autocrítico, sino que también tiene una pobre definición del amor.  

            El matrimonio me parece una cosa espantosa. Hay días que llego a la casa con el corazón deshojado, testigo de tantas familias arruinadas. Entonces pienso qué voy a hacer yo cuando me case, si es que esa tragedia maravillosa llegara a ocurrirme. ¿Podré serle fiel a mi esposa? ¿Podré mantenerla enamorada de mí para que no me engañe? ¿Seré capaz de hacerla llorar de rabia? ¿Será capaz de soportarlo? Y en caso de que no, ¿seré capaz de soportar el abandono de mi Diosa Coronada?

            Después oigo a mis papás platicar y reír, contarse su día. Sólo entonces me duermo tranquilo, como si las risas que escucho en el cuarto de al lado fueran una garantía de mi futura felicidad.

(Publicado en el suplemento Autonomía, de La Jornada Aguascalientes, en 2013)