A Karla Selene
En mi defensa diré que si fui malo contigo fue porque había estado solo durante cinco años y era primerizo en eso de ser "el hermano mayor". Aparte tú sabes que era un niño berrinchudo y mimado, así que cuando llegaste no fuiste mi hermanita, sino el nuevo juguete que mis papás me regalaron once días antes de mi cumpleaños.
Aprendí a molestarte de manera empírica: sabía qué barbie decapitar, qué muñeco de peluche esconder y qué mentira contarte para hacerte llorar a mares, como si te hubieran inyectado. Pero tú me querías tanto que, aún con los ojos húmeros, regresabas para decirme que mejor querías jugar otra vez y que me perdonabas, antes incluso de que yo sintiera remordimiento.
Entonces no tuve más remedio que quererte y cuidarte. ¿Es demasiado tarde para pedirte perdón?
Si después te inventé fantasmas fue porque tu miedo me hacía valiente, invencible. Confieso que no hubiera podido cruzar la sala a medianoche para traerte el vaso de agua que querías, sin tus ojos asustados.
Eres el milagro de mi infancia,
mi capa y mi espada,
mi juguete favorito.