No sé cuándo fue la última vez que lloré en sus brazos
como un niño arrepentido de vivir
pero ella me enredó con sus raíces, me cobijó con sus palabras
y de algún modo me convenció a olvidar.
El dolor desapareció un instante,
el mismo instante en que sus labios me besaron.
Todas las máscaras cayeron,
todos los caparazones se quebraron
y de un capullo de lágrimas
nació mi alma
para dormir conmigo
esa noche.
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